Mariposas de la noche
Libro de cuentos enlazados
Este espacio
ha sido creado
para contener
el libro de historias
"Mariposas de
la noche"
que publique
en forma de capítulos
semanales
en mi otro blog.
Puedes dar clic
en el siguiente
enlace
para visitarlo:
UNA VIDA LLENA DE CRUCES
NOTA: Este cuento ha participado de Segundo Certamen de
Cuento y Poesía de la Asociación Cultural Mariano Moreno de Bernal, Provincia
de Buenos Aires, República Argentina, 18 de Diciembre de 2001. Donde recibió
Mención de Honor y participación en la Antología que publicó la entidad ese
mismo año.
UNA VIDA LLENA DE CRUCES
Se llamaba
Clarisa. Provenía de una de esas villas de casuchas amontonadas donde el sol
juega por las tardes, arrancando dorados reflejos en sus techos de chapas, sin
conseguir con esto entibiar la pobreza de los que allí viven.
Siendo apenas una
niña, llevaba en sus ojos la más pura de las inocencias, mientras brincaba, en
las estaciones del ferrocarril, como un pequeño gorrión, sobre los pescantes de
los trenes, recorriendo sus vagones, desde el primero hasta el último,
ofreciendo, en cada asiento, una variada colección de estampas de virgencitas,
que brotaban de una en una, desde el cuidado apretujón de sus pequeñitas manos.
De esta forma, con una sonrisa tierna y entradora conseguía, día a día, las
suficientes monedas para llevarse a su hogar.
Tenía por
costumbre no entregar nunca la última estampa, guardaba aquella para tener a
quien rogarle mientras se dormía por las noches. Virgencitas estas que, al
parecer, escuchaban las oraciones de otros y no las de ella.
Pasado el tiempo,
en su pelea por la vida, se escabulló entre automóviles detenidos en cola
frente a las luces rojas de los semáforos, con su peculiar sonrisa, ofreciendo
pequeños ramitos de rosas, de esos envueltos en crujiente papel celofán y
adornados por una cinta de color.
-¡Hermosas flores
por un peso!- Exclamaba, siempre sonriendo, como si ella tuviera lo mejor de la
vida para sí, cuando no lo era. Pero gracias a esas sonrisas vendía mucho más.
-¡Hermosas flores
por un peso!- Repetía en su grito. Mientras, al igual que esos pimpollos, que
ella vendía, pasados los días, entreabrían sus pétalos para convertirse en
flor, ella misma, se iba transformando en una hermosa y atractiva flor. Una de
esas que, a veces, vemos crecer, en inesperados y áridos lugares, luciendo
mejor que otras atendidas con el mayor de los celos en los más suntuosos
jardines.
Su mayor contento
se lo traían los días domingos. En la esquina de su casa, sobre la vereda, una
improvisada rayuela de tiza, le servía de excusa para espiar a un chico de la
misma villa que le gustaba. Se pasaba horas, saltando en un solo pie, arrojando
piedritas y marcando cruces en el suelo, tan solo por verlo pasar…
Una cruz para el
uno…
Una cruz para el
dos…
Otra cruz para el
tres…
Así, hasta llegar
al cielo.
Y el cielo se le
abrió el día en que el chico le habló, invitándola a dar un paseo. Caminaron,
hablaron, rieron y luego se besaron. Fue entonces que clarisa sintió que a sus
pies le crecían alas y estas la llevaban por el aire, bajo un tibio sol que, al
calentar su pecho, dejo abierto el grifo de la fuente de sus lágrimas. El
llanto que gano sus ojos arrastró consigo aquellos otros muchos llantos
acumulados al peso de una miserable vida. Es fácil comprender que aquellos que
nada tienen, cuando aman, lo hagan con toda la fuerza de su corazón. Así, amo
Clarisa. Y más… Mucho más…
Un día decidieron
vivir juntos…Y vivieron juntos…Y rieron juntos. Pero, luego sufrieron juntos.
Viendo él que no podía escapar a la pobreza, Haya sido por amor, rabia o vicio,
comenzó a delinquir. Esto hizo que al tiempo cayera preso.
No importa cuánto
ella se desesperó, no importa cuánto ella lloró…
-¡Va a hacer mucha
plata para sacarlo!- Le dijo el abogado. Y como mucha plata no era vender
flores. Clarisa decidió el camino más rápido hacia el dinero que necesitaba. Y
aquellas mismas luces rojas, viejas amigas, de los semáforos, la vieron llegar
de vuelta. Pero, esta vez, para ofrecerse ella misma. Una hermosa flor por
pocos pesos.
Y ganó dinero.
Pero este no pudo evitar que él, fuese condenado a pasar un largo tiempo en la
cárcel, ni que a ella se le esculpieran en el rostro los rasgos de una
pronunciada tristeza. Así fue, que aquella que siendo niña, marcaba cruces en
el suelo por verlo pasar…marcó las mismas cruces en los almanaque para verlo
regresar.
Una cruz para el
día…
Una cruz por la
semana…
Otra cruz para el
mes…
Así, hasta llegar a
completar el año.
Y los años
pasaron. Hasta que él salió en libertad. Recompusieron su vida. Ella lo esperaba,
cada tarde, al regreso de sus mal pagadas changas, con un amor rebosante de
sonrisas y besos. Por un tiempo lo logaron y todo iba bien, hasta que él volvió
a alejarse del áspero camino para retomar el fácil atajo que ya antes lo había
seducido y que, a veces, conduce a un profundo y fatal barranco. Un día
ventiscoso en que el cielo se había nublado para no ver que sucedía debajo,
murió baleado por la policía en un asalto.
No fue necesario
que Clarisa vistiera de luto, al encabezar el reducido grupo de personas que
acompañó al féretro a su destino final. Negro fue el listón de su llanto y
negro el traje de su dolor. Y aquella... que de niña había hecho por él cruces
en el suelo. Aquella... que había marcado por él cruces en los almanaques. Colocó
también por él una única y pesada cruz. Pero, esta vez, sobre su tumba.
Aún hoy clarisa se
sigue prostituyendo, aunque ya no sonríe más
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Puede ser que tu
encuentres, alguna noche, en alguna esquina, a una mujer, ofreciéndose como una
flor. Si es así: Piensa un momento en ésta que le toco nacer en un ambiente
hostil, y vivió enterrando sus raíces en duros pedregales que lograron torcer
sus tallos, cuando le entregaba al mundo, que rara vez lo advierte, su sinfonía
de colores, para después marchitarse en los helados vientos de un destino que,
a algunos seres, les da poca o ninguna oportunidad.
No le preguntes
si es Clarisa, pero trátala como tal.
NIDAEL DORÉ